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Comenzaba una mañana del mes de julio, tras una noche de esas de verano donde dormir a consecuencia del calor es toda una proeza, y a esa hora en la que quienes estamos acostumbrados a levantamos con las claras del día, la temperatura ya había refrescado y se podía respirar, y como solemos decir por nuestra tierra “ahora se puede vivir”.

Llegue a la Villa de Los Barrios, como siempre casi media hora antes de la cita, normal en quienes nos gusta ser puntual y madrugador, como es de costumbre hay que tomar el primer café de la mañana y donde mejor que en el kiosco de Curro.

Establecimiento este donde a lo largo de los años se han dado cita, ganaderos, tratantes, transportistas, trabajadores, etc. quienes con un café, una copa o cualquier otra bebida, cerraban tratos, esperaban al compañero, al autobús etc.

Buenos días –
Siendo contestados por los parroquianos presentes
– Buenos días –
Me dirijo a quien esta tras la barra
Un café con leche por favor –

Tomar un café en el kiosco de Curro es de las pequeñas cosas que gustan por su tradición y el pequeño ritual que lo acompaña; de una gran cafetera de aluminio limpia como los chorros del oro, cae un chorro de café humeante, al pequeño vaso de cristal y luego un chorreón de leche, lo que hace que en el primer sorbo te recuerde ese café tradicional de pucherete que de niño tomábamos en casa,

Mientras doy pequeños sorbos, presto atención a la conversación que se mantiene por parte de clientes y quien atiende la barra, quien demostrando su profesionalidad y saber estar se dirige hacia mi y hace que de algún modo opine de lo que se esta hablando, formando parte como uno mas de la conversación, a pesar de ser forastero.

Estas pequeñas cosas hacen que el día comience bien y sobretodo contento, termino mi café y aunque de buena gana hubiera pedido otro y hubiere seguido conversando con todos, no tengo mas remedio que marchar

¿cuanto le debo?
Pago y me despido de los presentes
– Buenos días señores –
Adiós buenos días –

Ya comienza a disiparse la oscuridad y da paso a las esclarecidas del nuevo día, miro al cielo y pienso hoy nos espera un buen día también de calor, menos mal que ahora hace una temperatura estupenda.

Cruzo la calle y me dirijo al Paseo de la Constitución y si algo me llama la atención a la vez que me traslada a otros tiempos en que todo el mundo cumplíamos, aquellas reglas que se llamaban de urbanidad y buenos modales, es el escuchar al cruzarte con alguien:

Buenos días –

Y poder además de contestar hacer lo propio y ser contestado, esto que parece no tener importancia a quienes nos enseñaros bien, nos gusta, mientras seguía andando pensaba como en otras ciudades ya ni nos saludamos, ni dejamos las aceras a los mayores, ni conversamos con nuestros vecinos. Lo cierto que pequeñas cosas al parecer sin importancia hacen que nuestras vidas no sean tan monotas, un saludo, un café, la participación en una conversación, etc. Al igual que los oficios estas reglas de urbanidad y buenos modales en algunas grandes ciudades ya se han perdido, atrás quedan muchas pequeñas cosas que nos hacían mas personas.

Cuando llego al Paseo de la Constitución, soy recibido por su guardián perpetuo Atanasio y su perro, quien con la luz del amanecer que ilumina la plaza, entre sombras y reflejos, aun parece que este mas presente, me invade la belleza del momento, la luz que se entreve, por las bocacalles que desembocan a la plazoleta, y decido que ese momento de luz y belleza hay que inmortalizarlo, miro el reloj y aun tengo tiempo para mi cita, me apresuro y sacando mi maquina fotográfica de la mochila, comienzo a inmortalizar el momento.

Observo los reflejos de la luz en el agua del suelo recién regado, el paso de los vecinos y de quienes comienzan a abrir sus negocios, me miran y tras dar los buenos días siguen su camino, yo hago lo propio

– Hola, Buenos días –
Que hay, buenos días –

Termino de hacer las fotografías y la luz ya es mas intensa, el sol comienza aunque con cierta timidez a recordarnos o advertir de que este nuevo día será igual al anterior, y hará mucho calor

Se me ha pasado la media hora en nada y sin lugar a dudas ojala todos los días amanecieran como hoy, seguro que todo iría mejor, cuando llego a mi lugar de cita, al los pocos minutos llega mi compañero

– Hola buenos días –
– Buenos días –
– Nos vamos ya –
Si claro –

Y al cruzar para subirme en el coche pasa un señor mayor que con una gran sonrisa se dirige a nosotros y nos da los buenos días