Yo viajaba en cierto modo algo lim itado, pues tenÃa la rodilla derecha fastidiada a raÃz de un esguince que me llevara a maltraer desde hacia mas de dos meses, por lo que me apoyaba en un bastón, asà que en cierto modo mis compañeros de viaje y mi compañera intentaban ayudarme en cuanto podÃan, pero esta pequeña limitación hizo que al estar mas tiempo sentado y relajado pudiera escribir este pequeño relato que me propuse hacer en estas vacaciones. HabÃa que pasárselo bien a pesar de todo y entre otras actividades esta fue una de ellas.
HabÃa bajado la primera mañana de nuestras vacaciones a desayunar al comedor del gran hotel, nos sentamos en una de las mesas que estaba montada para cuatro comensales, y mientras mi compañera Ana se dirigÃa hacia el bufé junto a los demás, yo quede sentado a la espera de que ellos volvieran para yo hacer lo propio, que no era otra cosa que tratar de desayunar.
Mientras esperaba la vuelta de Ana tras recorrer con la mirada desde donde me encontraba el gran comedor, fui fijándome en la gran cantidad de personas, (huéspedes) que como nosotros formaban parte de los programas de vacaciones para mayores, y que no cabe duda que han facilitado y facilitan que seamos muchos los mayores que podamos disfrutar de unas vacaciones que en la mayorÃa de los casos no hubieran sido posibles si no fuese por dichos programas, haciendo un poco mas agradable nuestras vidas, a través de viajes culturales, actividades diversas, balnearios, etc.
Luego mi mirada estuvo atenta a la cantidad de personas que entraban y salÃan del gran comedor y su bufe, lo que me hizo comparar ese trasiego de personas a un gran ballet, en el cual se daban las normas para que asà fuera, que expresase sentimiento y formas generales del comportamiento, al que poder intercalarle o imaginarlo como una obra de teatro, cuyo argumento es nuestro comportamiento y al que podemos agregar una unidad de música.
Imaginaba, con estas normas que se daban en esta situación, que el  gran comedor fuera el escenario, las personas que deambulaban por el comedor y quienes estaban acomodados en las mesas los bailarines y bailarinas, todos bajo una coreografÃa, escrita por normas, comportamientos y costumbres, del ser humano.
Asà pues solo quedaba el observar y dejar volar la imaginación. Me llamó la atención la forma que tenemos los humanos de comportarnos y desenvolvernos en según que situaciones, lugares y ocasiones. El comedor, que como digo estaba preparado para acoger a mas de cien comensales, se transformaba a la hora de desayuno, almuerzo y cena en un ir y venir, entrar y salir, de personas que, con movimientos lentos, ágiles y incluso arrolladores, parecÃan bailarines y bailarinas, portando en sus manos, copas, tazas y platos, quienes acompañados de la música de fondo que suena, forman ese gran ballet.
Bajo una estricta coreografÃa, en la que juegan el equilibrio para que no se caiga nada y bajo un dialogo comienza la función.
– Hola buenos dÃas – Como has descansado
– Bien y ustedes
– Por favor cuidado
– Hoy por fin han puestos huevos revueltos
– Ah, sà que bien
– Eh hombre que estamos aquÃ. Eh, aquÃ
– ¡ Jo! que despistado
Sigo observando, los comportamientos y la puesta en escena, de quienes sentados también forman parte de esta obra, como actores, mientras el ballet sigue su coreografÃa, unos van y otros vienen del bufé, unos entran y otros salen del comedor.
Al fondo por el gran pasillo central una señora lleva algún tiempo intentando orientarse donde esta la mesa, que ocupaba con sus compañeros, esquiva a unos y a otros, entrando a formar parte del ballet, yo la sigo con la mirada y observo como su rostro, el que en un principio era sonriente y desenfadado, se va transformando, con gestos de preocupación, incertidumbre, quizás hasta de cabreo
La señora mira y mira sin orientarse en el gran escenario, mientras el ballet, sigue su coreografÃa como sà de la noche de estreno se tratara, de repente levanta la mano que le queda libre y con un suspiro de sentirse aliviada y la mirada puesta en el lado derecho al fondo otra mano alzada le hace señas, es uno de sus compañeros de mesa, quien al parecer llevaba un buen rato haciéndoselas, la señora sonrÃe y se dirige al lugar mientras los demás compañeros se van sentando.
Mientras el ballet sigue su coreografÃa, unos van y otros vienen del bufé, unos entran y otros salen del comedor.
Miro hacia los grandes ventanales y observo una mesa de dos comensales un poco apartada justo al lado de una gran cortina. En ella una pareja, que antes ya me habÃa llamado la atención, cuando al pasar camino de la fuente del agua con mi copa mire hacia ese lugar, incluso me pareció que me habÃan sonreÃdo, pero ahora fijo mi mirada en ellos, desde donde estoy les puedo observar sin que ellos prácticamente se den cuenta.
Su edad debe de andar de por encima de cuantos estamos en escena, dirÃa que quizás sean de los que mas edad estén en este gran escenario, al igual que antes me fijo en sus manos y los dos llevan alianza, dejando muy claro que son matrimonio.
Presto gran atención primero a ella, pues al mirarla he sentido como un estremecimiento, al ver la sensación de paz que despide su rostro, surcado por las arrugas propias de la edad implacables del tiempo vivido, su aspecto radia luz y está peinada de peluquerÃa, luce un cordón de oro del cual cuelga un medallón de seguro que será de algún santo o virgen. Su tez es blanca como la leche, sus ojos llevan unos leves toques de pintura muy discreto y en color pastel, junto a un sombreado que junto a los tÃmidos rayos de sol, que penetran por el gran ventanal casi perpendiculares, hacen que incluso parezca que la luz es cenital, lo que hace que se la vea aun más interesante. Anudado al cuello luce un discreto pañuelo de un color rojo, con alegorÃas blancas que bien pudieran ser flores, las cuales cuando mueve la cabeza casi se convierten en color dorado por la inserción de la luz solar. En sus manos luce además de la alianza sendos anillos el de la mano izquierda que al parecer es una piedra hace juego con el color del pañuelo y con los pendientes que como especie de un racimo cuelgan del ovulo de sus orejas, lleva un jersey de pico por el que se deja entrever el cuello de una camisa, no cabe la menor duda que de joven debe haber sido una mujer muy guapa.
Observo en sus movimientos una leve torpeza en sus manos, al intentar coger algo. A pesar de sus arrugas y el marcado paso de la edad están cuidas, con uñas perfectamente pintadas, yo dirÃa que en un color alegre a la vez que discreto, su mano derecha trata de coger la servilleta y aparece una mano grande, trabajada, llena de surcos y fuerte a pesar de la edad, porta en uno de sus dedos un sello de oro que imagino tendrá algunas iniciales, la mano acerca la servilleta a la vez que acaricia la de ella , cuando esta coge la servilleta, se miran y sonrÃen, los rayos tenues de luz del sol que entran por el ventanal como si de un foco se tratare alumbran todo el mantel blanco de la mesa y las manos de ambos.
El es un hombre cuyo rostro se ver marcado por las arrugas curtidas de muchos años, como de quien ha trabajado mucho tiempo a la intemperie, viste una camisa blanca, que deja entrever el cuello a través de un chaleco de color gris de manga corta, las mangas remangadas un poco mas arriba de las muñecas, sus gestos y sonrisa delatan nobleza y ser afable, dando una sensación de ser persona muy positiva.
A su lado un pastillero del que abre y extrae alguna pastilla o capsula y levantándose de la mesa, se acerca a su pareja portando la pastilla en una mano y en la otra una de las copas con agua, se la da y le ofrece la copa de agua, ella toma un largo buche, tras el cual se seca la boca, él le coge la copa y la pone en la mesa, le da un beso en la mejilla, ella le mira y se sonrÃen, la mano grande acaricia con delicadeza el rostro de ella y el desaparece en dirección hacia el bufé.
Ella con su mano derecha coloca bien los colgantes que asoman de una pulsera que asoma en su muñeca izquierda, pasa la palma de la mano derecha por el mantel como intentando planchar las posibles arrugas que este tuviera y vuelve su cara hacia el ventanal para intentar mirar hacia el exterior.
Me parece que ésta es la escena más interesante que hasta el momento habÃa estado observando y decido seguir fijándome en cuanto sucede, aunque lo hago con total discreción, pues no deseo que ellos se den cuenta y se sintieran mal al ser observados.
Vuelve el hombre quien porta en sus manos un plato con dos pequeños bollos, un trozo de mantequilla, lo coloca todo en el centro, le dice algo a ella, se sonrÃen y vuelve a desaparecer, ella vuelve a ordenar el mantel y a colocar el contenido del plato lo hace lento, cundo termina vuelve a mirar hacia el ventanal, esta vez su gesto es pensativo, a saber en que estará pensando, de seguro serán recuerdos bonitos de su vida.
De nuevo aparece su compañero, esta vez porta en cada mano una taza y su correspondiente plato y cuchara, coloca cada una en su lugar y tras echar sacarina en la taza que esta cerca de ella se la acerca y retiene hasta que ella la coge fuertemente en su mano. Me parece que aunque no me ven debo dejar de observarles pues me siento mal parece que como si estuviera irrumpiendo su intimidad.
Pero quiero pensar y atreviéndome a sacar mis propias conclusiones dejo volar de nuevo mi imaginación, creyendo que deben de haber vivido y siguen viviendo una vida de amor, es lo que a mà me transmiten. Quizás como todos los que han vivido tanto también habrán pasado momentos malos, pero parece que han sabido superarlos y no cabe duda que siguen muy enamorados.
Cuando echo la última mirada hacia donde se encuentran, están cogidos de las manos y los codos apoyados en el centro de la mesa, sonrÃen los dos y los rayos de luz solar que entran por el ventanal, iluminan una de las escenas más bonitas.
Cuando me doy cuenta creo que incluso me he emocionado y es cuando absorto en mis pensamientos escucho como Ana me habla
– ¿Que miras tanto rato?
– Nada me entretenÃa observando el comportamiento de las personas
Miro a Ana y quizás aun enternecido por las escenas ultimas de esta obra, me doy cuenta de que yo también soy muy afortunado por tenerla a ella a mi lado después de tantos años juntos y deseo que en un tiempo no muy lejano ya podamos estar sentados también delante de un ventanal y entrelazadas nuestras manos, le siga diciendo cuanto la quiero.
El tiempo ha pasado y la obra toca a su fin, poco a poco los actores y bailarines van desapareciendo del gran escenario. Cuando termino de desayunar a pesar del poco tiempo que ha transcurrido, no puedo por menos que volver mi mirada hacia la mesa del ventanal para verles por ultima vez, pero ya la pareja no esta, quedo confuso pues no pueden haber desaparecido en tampoco espacio de tiempo y mucho menos recorrer el gran escenario hasta la salida, busco incluso de pie por todo el escenario, y miro y nada.
Pienso entonces si no habrá sido un sueño y me conformo, pues la maravilla de la escena es esa hacer realidad nuestros pensamientos y emociones.
Mientras el ballet sigue su coreografÃa, y tras el broche final van desapareciendo en perfecto orden del escenario y del gran comedor, bailarines y artistas.
Año 2010